4.04.2010

Capítulo 1 - Parte 2

Bueno, aquí un cachito más ;) muchas gracias por los comentarios :D esperamos que ésta parte os guste más que la anterior ^^

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Elicia no podía dormir. Daba vueltas en la cama una y otra vez, revolviendo las sábanas y enredando su cabello. Lo tengo demasiado largo, pensó, quizá deba cortármelo. Elicia se sentía mal. Culpable. Como si hubiese hecho algo incorrecto, como si fuera su culpa que su corazón no pudiese corresponder a Alexis. ¿Acaso debería haber fingido que le gustaba? No, eso sólo les haría más daño a ambos. Quizá fue demasiado dura con él, y no tuvo la delicadeza necesaria. Incómoda, dio una vuelta más.

Quizá mañana las cosas vayan mejor, pensó. Y se durmió.

Como siempre, los sueños la acogieron con los brazos abiertos, deseando mostrarle cosas nuevas cada vez. Elicia sonrió en sueños, y se destapó con cuidado. Se incorporó lentamente, casi sin darse cuenta.

Un prado lleno de flores cálidas se extendía sin fin ante sus ojos. Con una risa, Elicia fue a retozar entre las flores corriendo por la vereda. Se sentía libre.

Caminó muy despacio hasta la puerta de su habitación. Tenía los ojos cerrados y extendía los brazos por puro instinto, en un vano intento para no golpearse contra las cosas. Intentó abrir la puerta. Estaba cerrada. Casi de forma automática se agachó…

Elicia se agachó para coger una flor.

…y sacó la llave de su habitación que descansaba bajo un peluche. Su madre no contaba con que había hecho una copia de la llave que le impedía llegar más lejos en sus sueños. Abrió la puerta y salió al pasillo, caminando lentamente como un zombi. No, no como un zombi, sino como una sonámbula.

Caminó tambaleándose por el pasillo, chocando contra algunas paredes.

El paisaje había cambiado. Ahora corría entre los árboles. Chocaba contra estos, y sus enormes troncos la abrazaban en un cálido gesto natural.

Chocó ligeramente contra la puerta de su casa. Aún con los ojos cerrados se frotó la nariz dolorida, y se agachó para coger la brillante llave plateada que siempre descansaba bajo el felpudo. Una vez que la tuvo entre sus dedos abrió la puerta, y salió de casa.

De repente, estaba en un castillo. Un castillo enorme, asombrosamente grande. Era…era de cristal. La puerta estaba cerrada. Miró a su alrededor, y bajo un rosal descubrió una enorme llave de cobre oxidado. Abrió la puerta del palacio lentamente.

¿Qué había detrás del cristal…?

Iba descalza, pero no podía sentir la frialdad de la acera bajo la planta de sus pies. Tampoco notaba el viento aullante que le rasgaba las mejillas y la hacía llorar. Menos aún los silbidos ante su corta indumentaria ni los chillidos indignados. Ella seguía caminando. Hacia adelante, atravesando el sueño de cristal.

Los coches pitaban, las luces iluminaban su pequeño cuerpo cruzando carreteras y avanzando por avenidas. Se empezó a adentrar en un callejón oscuro.

El palacio de cristal cambió. Se volvió oscuro, negro. Negro como la boca del lobo que quería devorarla. Tan oscuro…demasiado oscuro. Asustada, Elicia corría. Corría lejos, a algún lugar donde nunca, nadie pudiera atraparla. Corría por un pasillo eternamente largo, que no parecía tener fin. Hasta llegó al final. Y daba paso a un enorme, enorme acantilado. Un paso en falso y caería.

Sólo uno.

Sin saber cómo, Elicia avanzaba por un callejón oscuro, tan oscuro como el pasillo de su sueño. Avanzaba por él, a tientas, clavándose vidrios y suciedad en los pies, sintiendo a los pequeños animales escabullirse y a los gatos maullar. Claro, que Elicia no se daba cuenta de todo eso. Tampoco se dio cuenta de que el suelo estaba manchado de color rojo. Rojo sangre.

Se empapó los pies de un líquido que no sentía, y no oyó el cuchillo que cayó al suelo con un sonido sordo.

. . .

Había sido un trabajo sencillo. Matarlo en un callejón cualquiera, esconder el cuerpo en un latón de basura. Que no quedaran marcas, todo muy cuidado. No era gran cosa por la que preocuparse; a esa hora de la noche nadie pasaría por allí. Arturo Jiménez no estaba teniendo una buena racha. Cómo asesino a sueldo, empezaba a cobrar poco. Al contrario que en las películas, no todo el mundo necesita cargarse a alguien. O al menos no tienen el dinero suficiente.

Quizá deba bajar mi cuota, pensaba Arturo, mientras arrastraba con pesadez el cadáver de Joaquín Torres. Con una tupida peluca rubia, y de espaldas, se había hecho pasar por una prostituta cualquiera. Joaquín cayó. Esa fue su tumba. Arturo le clavó un cuchillo en el pecho, sin un sonido, y sin un sonido, lo vio desangrarse lentamente. La oscuridad los protegía. Después, intentó arrastrar el cuerpo al latón más cercano. Pesaba bastante, así que iba lento.

No esperó que una niña, una adolescente apareciera de golpe allí, en lo más profundo del callejón más oscuro, del peor barrio de la ciudad. Dejó caer el cuchillo con un gemido sordo. Mierda, mierda. Lo iba a denunciar. Estaba bien frito. ¡Joder, más valía que le pagara un suplemento por la muerte de esa chiquilla! Escondió el frío cadáver de Joaquín tras un contén, y recogió el cuchillo del suelo. Sería una cosa sencilla…

. . .

Elicia seguía dormida. Profundamente dormida, víctima de un sonambulismo, que quizás podría ser mortal. Pero claro, ella no lo sabía. De forma ausente, movió la cabeza a un lado. No oía, veía o sentía. Se sentía presa de su sueño. Por una vez, tuvo miedo. Elicia dio la vuelta y se alejó lentamente en dirección contraria a dónde iba.

Arturo Jiménez la miró sin comprender. ¿Por qué no corría si se había dado cuenta de sus intenciones?

Elicia miró el profundo abismo que desembocaba en un mar celeste. Pensó que podría saltar, que sería agradable sentir el agua en sus pies. Pero de repente vio el mar tornarse rojo, y el cuerpo de alguien flotar en el agua. Junto a ella, un hombre alto y con sonrisa gatuna, alzaba un cuchillo. Miró a sus espaldas, al pasillo oscuro y tenebroso por el que había ido. Dio media vuelta, y echó a correr por el pasillo.

Elicia aceleró el paso. Por alguna razón, echó a correr. Nunca recordaría haber corrido tan rápido como aquella vez. Volaba por las calles sucias, con los pies sangrantes y vistiendo un corto pijama. Todo un espectáculo. Arturo la dejó ir. No podía arriesgarse a ir tras ella en plena calle. Pero en ese mismo momento decidió que se iba a deshacer de ella. No quería cabos sueltos con ese cliente; y pese a lo extraña que era, una testigo era mucho más que un cabo suelto.

Era una desgracia.

2 comentarios:

  1. Oh làlà. Me sigue encantando. Aquí hemos podido ver el ''poder'' de Elicia, que me parece asombroso. Ahora nuestra chica tiene un porblema : S y eso por culpa de su sonambulismo. Me ha gustado mucho la forma en la que se enlaza realidad&fantasía. ''Arturo le clavó un cuchillo en el pecho, sin un sonido, y sin un sonido, lo vio desangrarse lentamente. '' Creo que ahí habéis repetido ''un sonido'', nada más. Seguiré leyendo.
    Kassey.

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  2. Uy uy uy... Aqui empiezan los problemas. Pobre chica, me parece que no va a seguirmuchomas tiempo encantada con su sonambuismo... Que por cierto, parece ser genial.
    Me interesa saber como se va a desarrollar esto, que va a pasar con Elicia y con el asesino y todo eso..
    Me gusta, repito, me gusta bastante. Buena trama y bien escrita
    Espero volver a leeros pronto!

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