4.05.2010

Capítulo I - Parte 3

Muchas gracias a todos los que nos comentaron o siguieron, ya sea en Tuenti o por aquí :3
¡Gracias! Esperemos que disfruteis con el final del capítulo ~
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—¡Adiós, Leo! –chilló una chica cuyo aliento desprendía un fuerte olor a JB y cuyo cuerpo se tambaleaba de un lado a otro.

Él despidió a su amiga y al resto del grupo con un vago gesto de mano. Un día más había salido hasta las tantas de la madrugada y una vez más había bebido alcohol en compañía de quienes consideraba casi su familia. Aquel día Leo había tomado apenas un par de vasos de ron al inicio de la tarde. No tenía ganas de emborracharse. Ya tocaba marchar a casa. Dio una patada a una lata de coca cola que descansaba en mitad de la acera como prueba de que alguien hoy tal vez había podido pasarlo bien.

Caminaba con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos de sus caídos vaqueros. Su chaqueta negra desabrochada ondeaba como podía al viento, que maltrataba la fina camiseta gris del muchacho. Se llevó una mano a su rubio y liso cabello para ordenarlo y alzó sus ojos marrones un instante para comprobar que iba por el camino adecuado.

Continuó paseando con tranquilidad por la calle, iba sobrado de tiempo y no quería andarse con prisas. De repente, otro cuerpo chocó con él, y se vio en la obligación de sujetarlo para que no cayera al suelo.

—Lo siento, no miraba por dónde iba ¿te has hecho daño? –preguntó, buscando la mirada de lo que ahora distinguía como una chica. Pero ella no contestaba. Leo, tomó la barbilla de la chica con infinita delicadeza para alzar su rostro, y descubrió entonces que estaba dormida. Miró su camiseta– va en pijama –musitó– eres sonámbula –dijo en voz más alta. Por lo que había escuchado, no se debía despertar a un sonámbulo de golpe, puesto que podría provocarle alguna clase de daño. Mientras la sujetaba, ella luchaba por seguir adelante, por escapar. Gemía, muerta de miedo– tranquila, tranquila, estás a salvo, aquí no pasa nada –se apresuró a susurrar.

Un par de brazos fuertes la sujetaron, y una voz masculina le susurró en el oído palabras de alivio. Se sintió agradecida y vio cómo el paisaje cambiaba a su alrededor, espantando así la luz a la oscuridad y al peligro que iba con ella, y entonces…

Elicia despertó. Sus ojos se acostumbraron rápido a la escasa luz de las farolas de la calle. Se encontró entonces con dos ojos color café que la miraban con serenidad. La muchacha no entendía la situación y se zafó de los brazos del chico, recordando de golpe su sueño.

—Perdona, es que… es que nos chocamos. Estabas corriendo y bueno, te sujeté y…

—Es… es muy tarde –musitó ella– y estoy en pijama –dijo– será mejor que vaya a casa –musitó.

—Si quieres te puedo acompañar –dijo él, aunque en el fondo le hubiese encantado no sentir aquella vocecilla que le obligaba a ser cortés para haberse escaqueado por la tangente.

—No, de verdad, no hace falta. Vivo aquí al lado. Creo –añadió.

En ese momento, un hombre giró la esquina. Sus ojos centellearon de emoción al identificar a la muchacha del callejón, a la que le había visto llevando a cabo su ardua tarea. Llevaba una chaqueta de cuero desabrochada y unos vaqueros desgastados que apenas resistían al frío.

Leo alzó la mirada y vio al hombre acercarse. Estaba a punto de marcharse a su casa cuando el viento apartó por completo un lado de la chaqueta del extraño que se acercaba, dejando ver un cuchillo morando en su cinturón cuyo mango se hallaba manchado de un líquido rojo, que bien podría haber sido sangre. Leo deshizo los dos pasos que había dado y agarró del brazo a la chica.

—Corre –se limitó a decir.

Asustada y sin mediar palabra, Elicia se apresuró a cumplir la orden, pero entonces sintió dolor en sus doloridos y ensangrentados pies.

—Ah, me duelen los pies –se quejó, notando cómo sus ojos se empañaban.

—Mierda –se quejó él.

Ella se sintió culpable, pero no había tiempo para eso. Leo la cogió en bolandas y echó a correr calle abajo sin saber muy bien a dónde ir.

—¿A dónde vamos? –preguntó ella, muerta de miedo, agarrando con sus temblorosas manos la chaqueta del chico.

—No tengo ni idea –respondió entre jadeos– vamos a intentar despistarle.

Giraron a la izquierda y en la siguiente por la derecha. A mitad de esa calle, un cartel luminoso casi hizo saltar de euforia al muchacho.

—¡Una tienda de veinticuatro horas! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? –y, raudos, entraron dentro entre los jadeos de cansancio de Leo, que llevaba ya la lengua afuera.

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Y ahí termina el cap I .3. Mañana o pasado, cacho del cap II xD.


2 comentarios:

  1. Hola holita (:
    Ese chicome parece interesante, pero es que mi mente hormonada siempre que sale un chaval en una historia se imagina cosas muy...Ya sabeis, sexys!
    Me sigue gustando, buen final de capítulo, espero que logren escapar.
    Un besito!

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  2. Hellous, me tustaaaa, mushooooooo. Y Leo es *_*, adoreibol. Ains, ¡espero que escapen, sí!
    Por cierto ''bolandas'', es ''volandas'' xDD. Ya lo corregiréis, precius.
    ¡Quiero nuevo capítulo ya!
    Osloveo!

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